10 May
10May

Creo que todos nos hemos desilusionado alguna vez, es algo bastante común y si se analiza con detenimiento nos daremos cuenta de que la razón salta a la vista. sencillamente la realidad resultó de manera diferente a nuestras expectativas.  

Y si te preguntas por qué uso la palabra diferente y no algo como menor o en algo menos es debido a que la valoración es el segundo factor de este análisis porque si se orienta en una única dirección perderemos de vista variables que podrian terminar por dar la vuelta completamente a la evaluación.

Ahora empecemos a evaluar: 

Las expectativas: Podemos definirlas como aquello que creemos merecernos, es decir no son más que el reflejo de nuestras carencias y ego. En otras ocasiones se puede agregar a ello la idea equivocada de reciprocidad o equivalencia es decir si yo hago esto por ti, por qué no haces tú lo mismo por mi o si yo me esforcé todo esto considero que me he hecho acreedor de esto. En ambos casos solo estamos imponiendo nuestras demandas a las personas a nuestro alrededor y pasando por alto lo más importante, que es el hecho de si ellos quieren darnos lo que demandamos o si tienen los medios para darnoslo. 

Una vez charlando con papá me dijo:

"No puedes pedirle a alguien aquello que no está en condiciones de darte". 

Que frase más sencilla y bonita, el primer paso es siempre ENTENDER y de hecho me atrevo a decir que es un paso que no termina sino que es continuo durante toda la interacción con el mundo, ya que a diferencia de las otras especies que resultan tan constantes, nosotros vivimos en constante cambio, un día tenemos un ánimo diferente, de un año a otro mostramos gustos e intereses diferentes o cambiamos la importancia que le damos a lo que compone nuestro entorno, de manera que resulta crucial tener siempre los ojos abiertos a entender cuál es la situación de la persona frente a nosotros. Si nuestra contraparte tiene pánico a las alturas, resulta unilateral y hasta insensible decepcionarnos porque no pueda saltar en paracaídas con nosotros. Es cierto podemos realmente desear ello y podemos estar convencidos de que haríamos lo mismo por ellos o incluso cosas que para nosotros tengan el mismo valor o incluso mayor pero no estamos conociéndolos, no estamos disfrutando de lo que son y peor aún los lastimamos al provocarles la sensación de que nos molestamos y resentimos con ellos por algo que en este momento no pueden darnos y perdemos de vista todo aquello que si nos dan, lo que nos lleva al siguiente punto, la valoración y el enfoque.

La valoración y el enfoque: Juntos definen la ponderación que damos a los potenciales resultados de las situaciones a nuestro alrededor, con frecuencia el temor, la vergüenza, la ambición, el complejo del héroe o la falta de empatía generan distorsiones en el valor que les damos a esos resultados, en ocasiones para exagerarlos desproporcionadamente, en otras para motivarnos a luchar por ellos o sentir que todo nuestro esfuerzo tiene un premio inmenso que lo contrapesa, en otras para minimizarlos hasta casi perderlos de vista ya que nos resultan incomodos o no tenemos una idea clara de como se integran en la valuación del modelo completo. Es muy probable que más de una de estas distorsiones ocurran en paralelo generando una desviacion importante que podria llevarnos a optar por caminos donde solo el tiempo, conociendo a los demás así como a nosotros mismos termine por mostrarnos el peso real de cada uno de los factores tiene para nosotros. 

La ilusión:  Del latín illusio, significa acorde con la RAE “Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por el engaño de los sentidos”. 

Que hermosa definición y es que no es lo exterior lo que genera la ilusión, siempre defenderé que solo creemos aquello que deseamos creer, las personas, las empresas, el mundo no nos ilusiona, sino que elegimos voluntariamente engañarnos a nosotros mismos y ver algo que en realidad no está ahí. 

¿Y por qué? 

Porque creemos que necesitamos obtener eso, porque vinculamos nuestra felicidad a la concesión de ese objetivo, de la compañía de esa persona, de ese puesto de trabajo, de ese bien material, de la admiración o adulación de las personas y es ahí donde la prisa por alcanzar la felicidad a través de esas metas puede llevarnos a la ilusión, especialmente si está acompañada de un ego insano que demanda unilateralmente por que esta seguro de merecer, también si ignoramos lo que tenemos al frente y decidimos enfocarnos solo en aquello que nos resulta agradable, solo aquello que refuerza nuestras convicciones y perdemos partes importantes de la foto.

Yo me cuestiono hoy en dia por qué no renunciar al ego, dejar de vincular nuestra paz y plenitud a la consecución de objetivos y en lugar ello desarrollar primero esa paz y tranquilidad y una vez alcanzada ver al mundo con ternura y en su real magnitud, sin alterar nada sin forzar aquel resultado que deseamos sino simplemente trabajando por ello con pasión y confiando en que llegara en su momento. 

Disfrutando del camino y de cada pequeño paso que das, sabiendo que con cada cosa que vives y superas te haces más fuerte y eres capaz de tomar más oportunidades. Y en ese caso si ya no arrastramos un ego necesitado de atenciones y de pleitesías podemos dejar las expectativas de lado y ver todo en su real dimensión, así como disfrutarlo al máximo.

TR

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.